viernes, 27 de agosto de 2010

Prime time


Desde niño soy víctima de un fenómeno nocturno cuyo origen ignoro. Cualquiera pensaría que es como una enfermedad o un demonio exclusivo que solo yo vivo. Pero en realidad este fenómeno todas las noches afecta a cualquier parroquiano (a) que después de trabajar o vagar todo el día, se encuentra con esa bizarra anomalía que deja millones de millones de pesos a demasiada gente, menos a los televidentes ese placentero tormento que los eruditos de los medios llaman prime time.

Las largas horas de novelas, realitys, mas novelas y uno que otro documental (discúlpenme, estoy delirando) en el prime colombiano, no hay tiempo para eso, pero sí para un desfile increíble de balas, culos, tetas e historias que nos hacen reír, nos hacen llorar y otras que nos hacen desesperar.

En este país es más fácil ponerle cachos a la esposa que dejar de ver una novela, en este país el melodrama es una adicción que muy pocos pueden controlar. Así algunos se nieguen, se enterarán en los pasillos de las distintas universidades y empresas por los resúmenes orales que suelen dar: “Yulie que pasó en (anuncie aquí) imagínese que el Roberto le pego a Juan del mar bla bla bla”, esta clase de chismes sobre la ficción se pueden ver en cualquier rincón de nuestra amada Colombia de una u otra forma esto nos ayuda a controlar alguna realidad. Con esto no estoy diciendo que acaben el prime time; solo quiero expresar que todos somos víctimas satisfechas y que al frente de la tv o al lado de los resúmenes que se cuentan, vamos a estar. Sin embargo no puedo dejar de opinar sobre algunas decadencias populares que se pueden observar, en donde al compatriota le cuentan (eso sonó a puro discurso político) que la vida ilegal es fácil de llevar, que una vida ejemplo es vivir de tirar. Eso es lo que siempre resistiré del prime time, que se quiera convertir en una escuela gratuita de estupidez.

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